viernes, 27 de enero de 2017

Carnavales.

Por Pablo
Di Tomaso


Recordando a doña Adelia Sánchez, el alma de Los Chanchos Rengos
Dentro de muy poco tiempo tendremos nuevamente sobre las calles de nuestra ciudad el ruido de los tambores de la batucada y las alegres melodías de las murgas participantes. Aunque todavía falte un mes para todo eso, y en el medio los cañadenses viviremos la fiesta de una nueva edición de Las 3 Lunas con artistas de primer nivel, tanto locales como nacionales, sobre el escenario mayor del Polideportivo de la Lala.  


Recordemos que los carnavales son fiestas populares, quizás sea la de mayor tradición en la historia. Su celebración tiene su origen probable en los rituales paganos a Baco, el dios del vino; en los festines que se realizaban en honor al buey Apis en Egipto; o en las «saturnalias» romanas, en honor al dios Saturno. Algunos historiadores precisan que los primeros carnavales se remontan a la antigua Sumeria, hace más de cinco mil años, pasando luego la costumbre de la celebración a Egipto y al Imperio Romano, desde donde se difundió por toda Europa, siendo traído a América por navegantes españoles y portugueses en época de colonización y conquista a partir del siglo XV. Por su parte, con el paso del tiempo, el carnaval fue adoptado por los pueblos que poseen tradición cristiana, precediendo a la cuaresma. El término carnaval proviene del latín medieval carnelevarium («quitar la carne») refiriéndose a la prohibición religiosa de consumir carne durante los cuarenta días que dura la cuaresma. En la actualidad, el carnaval se encuentra muy arraigado a la celebración popular, alejándose de su significado religioso, alargando los festejos a los primeros fines de semana del mes de marzo, o finales de febrero.
En nuestra ciudad siempre tuvieron su importancia en todos los ámbitos. Desde los comienzos las administraciones locales se encargaron de organizarlos, se conformaban comisiones especiales donde participaban los clubes e instituciones cañadenses. Desde aquel español llamado Pedro Corchera hasta el inolvidable Almanzor Molina, popularmente conocido como Cachón, fueron innumerables las murgas que pasaron por aquel viejo circuito que arrancaba en la esquina de la Galver y terminaba en la de la Imperial. Los carros y coches eran adornados con flores y papeles de colores y sobre ellos los jóvenes, y no tan jóvenes, vecinos se disfrazaban para festejar por un par de noches hasta que las velas ardan. Entre los nombres más sonados podemos citar a los Locos de Media Estación, Caballeros de la Corte o Dandys Alegres, Los Fieles, los Cu-Curar, Los Africanos, los Las Golondrinas, Las Margaritas o Las Bailarinas, Los Pierrots o Los Alegres Pierrots, Estrella de Oriente o Los Marinos, Los del Biberón o Los Chanchos Rengos, sobre esta última, en los archivos del Museo Histórico Municipal Elías Bertola, encontramos un testimonio de ella realizado por las alumnas del Colegio Nacional Florentino Ameghino Micaela Clavero, Sabrina Narcisi, Andrea Lovato, Natalia Wirch, Carla Maranges y Vanesa Valdez, calculamos que en la década del noventa, cuando aquel sistema neoliberal dejara pasar al cajón del olvido estas fiestas populares. En ese trabajo vemos reflejado un reportaje a María Rosario Sánchez Nobili, nacida el 26 de agosto de 1918 y vivió durante muchos años en calle Brown casi Marconi, donde nos cuenta como dedicó su vida la recordada murga Los Chanchos Rengos...
«Adelia en la niñez, a los tres años, fue mascota de la «Juventud Unida», que era dirigida por Cándido Frangi. Hizo carros en los carnavales, carros de vendimiadora, un camión de florista, carros de paisana, luego hizo la murga y aparte de la murga trabajaba en un comedor donde formó un conjunto folclórico a beneficio de los niños del comedor del Club Arroyito. Era celadora y por eso le correspondía hacerlo ella.
»Adelia expresa que «enseñarle a los chicos llevaba su tiempo, aproximadamente un mes y un poco más para marcar los pasos, para prepararles la ropa. Su marido los ayudó en la construcción de sombreros, además vigilaba a los chicos en el corso. La ropa la hacia la señora María Siminari y las telas se compraban en Casa Filafilo donde siempre se les hacía algún que otro descuento. En los corsos ella trabajaba, armaba kioscos, primero en la sede del Club América y después en la sede del Club Everton. El lugar para el kiosco se lo brindaba la Municipalidad; ellos lo adornaban con flores y ahí vendían globos, papel picado y algunos caramelos, que los compraban de don Adolfo Strajelevich y cuando tenían tiempo viajaban a Rosario porque era más barato. Los primeros carnavales partían desde la calle Sarmiento hasta San Martín, siempre por Lavalle.»
»El carnaval del ´79, El Gulliver, fue todo alrededor de la plaza San Martín; cuando abandonó los corsos comenzó a trabajar como florista los domingos y por las tardes salía a vender caramelos por las canchas.
»Otro recuerdo que tiene Adelia fue el del gran murgero Cachón, «a Cachón le gustaba la murga y él hizo una murga que se llamaba Bataclanas que eran todos hombres vestidos de mujer. Era una murga muy linda que tuvo la suerte de ganar el primer premio en el año 1937 aproximadamente. Después hizo otras murgas pero luego comenzó a decaer porque tenía una enfermedad muy mala que lo llevó a la muerte.»
»Luego de la muerte de Cachón, Adelia, comenzó a realizar murgas por su propia voluntad. Habló a los chicos del barrio y familiares formando así los Chanchos Rengos en homenaje a Cachón, que a todas las murgas les ponía ese nombre después de aquella recordada Bataclana. Cuando se organizaba las murgas iban a ensayar a casa de familias y después iban por las calles. Luego sus hijos salieron en las comparsas y ella, ya retirada un poco de esto les enseñó las cosas que ensayaban en la Maestranza donde estaba Dardo Córdoba que tocaba la guitarra y sus hermanas, donde una de ellas tocaba el acordeón. Esta fiesta se realizó en el Parque donde Adelia fue invitada de honor. En las comparsas todos los años había premios para el primero y segundo puesto. Era un premio para todos. «A los Chanchos Rengos les dieron como premio 500 pesos de antes, que tuvieron que ir a recibirlos al Club Olimpia. Este dinero se empleó para alimentar a los chicos que participaron en la murga porque tenían hambre y eran todos chicos pobres. Luego tuvieron otros premios, por ejemplo cuando salieron de floristas les dieron una medalla por el segundo lugar, que se le regalaron al camionero que los llevaba y que era Scodelari. Cuando salieron de vendimiadores recibieron otras medallas que se la dieron a Mellado que era quién puso una camioneta para llevarlas. Las carrozas estaban compuestas por diez o quince chicas», recordaba Adelia.
Una hermosa historia de vida, que nos lleva a lo más profundo de nuestros recuerdos. Quién esto escribe, recuerda las últimas realizadas en los años ochenta donde una multitud se congregaba sobre calle Lavalle para disfrutar de la música, de los disfraces y de la vieja travesura de tirar bombitas de agua a las chicas o recibir de ellas la merecida reprimenda. Después de muchos años sin hacerse estos festejos, nuestra Intendenta Dra. Stella Clérici, tiempo antes que el gobierno nacional de Cristina Fernández volviera a hacerlo feriado, retomó la realización de estos clásicos festejos. Volvieron las murgas, volvieron los ensayos en las calurosas tardecitas, volvieron las lentejuelas, y en estos últimos años, se sumaron los clubes locales donde aprovechan a mostrarles a los cañadenses a sus integrantes de las colonias veraniegas.
Lamentablemente, cuando todo eso termina, bien dice Serrat en su eterna canción Fiesta...»Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas»...