viernes, 3 de febrero de 2017

FALLECIÓ LA PRESTIGIOSA HISTORIADORA Y ARQUEÓLOGA CANADENSE ANA MARÍA LORANDI


Cuando finalizaban los años cincuenta, el grupo de entusiastas vecinos de Carcarañá interesados en la preservación de la riqueza arqueológica y paleontológica  que generosamente afloraba  a orillas del río del mismo nombre, fundadores del Museo Cara CaráAñá, lograron que un admirable maestro y su dilecta discípula aceptasen estudiar unos materiales líticos que había hallado un colono de apellido Burki, descendiente de una de las familias suizas pioneras de la región.
 El profesor, que enseñaba en la Facultad de Filosofía y Letras de Rosario, era el ya prestigioso doctor Alberto Rex González, que años después  sería considerado el patriarca de la arqueología argentina, quien fuera jefe de la división Antropología del Museo de La Plata, director del Museo Etnográfico de Buenos Aires, se doctorara en Antropología en la Universidad de Columbia, Nueva York, en 1962 y también mereciera un premio Konex y tres doctorados honoris causa de universidades argentinas.
La alumna, que falleciera el 30 de enero de 2017, se llamaba Ana María Lorandi, había nacido en Cañada de Gómez al promediar la década de los treinta, cursado la primaria en la Escuela San Martín,  egresado con el título de bachiller del Colegio Nacional Florentino Ameghino y por entonces era una avanzada alumna del profesorado de Historia de la mencionada Facultad de Rosario –donde ya se desempeñaba como ayudante en la cátedra de Rex González– que habría de graduarse en 1960. Un año después la Universidad Nacional del Litoral les publicaría un valioso libro del que son coautores, en el que dieron cuenta de aquellas investigaciones, que titularon Restos arqueológicos hallados en las orillasdel Río Carcarañá, provincia de Santa Fe, y  constituye una de las investigaciones valiosas que se hayan escrito sobre la arqueología regional.
Además,  el generoso auspicio económico de La Helvética, posibilitó que  la profesora Lorandi y Rex González dirigieran a los directivos del Museo Cara CaráAñá, entre quienes se encontraban algunos docentes cañadenses que trabajaban en la Escuela Sarmiento de Carcarañá –Horacio Garino, su director, Celia y Rubén Villavicencio– en la realización de algunas excavaciones en las cercanías del río, que enriquecieron el valioso acervo de ese museo carcarañense. Por entonces, Ana María Lorandi brindó una conferencia en la Peña El Chingolo del pueblo vecino, donde estaba instalado el mismo, y siempre le causó mucha gracia que junto con la invitación a su disertación se difundiese otra a una posterior parrillada completa, lo que siempre le originó dudas respecto del verdadero interés que guiaba a los asistentes a ambos eventos…
Ana María Lorandi heredó de su admirado maestro la preocupación por el cuidado y conservación del patrimonio cultural y un apasionado interés por el estudio de las culturas indígenas, a las que dedicó buena parte de sus trabajos. Desde 1955 fue profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Rosario, algo después  en la similar de la Universidad de Buenos Aires, y además se desempeñó en el Museo de la Universidad Nacional de La Plata. En 1966 había ganado un concurso en la Universidad porteña, pero no se hizo cargo de su cátedra en repudió a la ominosa Noche de los Bastones Largos, a través de la cual la dictadura de Onganía violó la autonomía universitaria.
En el tiempo en que se doctoró en Historia, 1967, también en Rosario,  había contraído matrimonio con el prestigioso músico cañadense Enzo Gieco, con quien residió en Francia durante varios años, durante los cuales  realizó estudios de post grado en la Ecole des Hautes Etudes de Sciences Sociales de Paris y en la afamada Universidad de dicha ciudad, La Sorbona. A partir de sus contactos con un notable científico, William Breen Murray, –a quien conociera a través de Rex González en un congreso realizado en Perú– y con otros prestigiosos científicos franceses, «se fue deslizando a la etnohistoria», como ella misma expresara. Fue también directora del Instituto de Ciencias Antropológicas y directora de la sección Etnohistoria  del ICA, y en el año anterior fue distinguida con otro doctorado honoris causa, en la Universidad de Santiago del Estero. Hace algunos años, quien escribe la invitó a disertar en su querida ciudad, donde lo hizo en  el marco de la grata conmemoración de un aniversario de la Escuela San Martín, de la que conservaba entrañables vivencias y en la que ya había ofrecido una conferencia para la celebración de su centenario.
Su producción intelectual es muy vasta y se centró en el estudio de las culturas indígenas y en el pasado colonial de Hispanoamérica. Es autora  de trabajos muy significativos, publicados en revistas especializadas, como «La frontera oriental del Tawantinsuyu. El Umasuyu y el Tucumán»,  «Socomayoc los olleros del Inka en los centros manufactureros del Tucumán»,«La resistencia y rebeliones de los diaguito-calchaquí en los siglos XVI y XVII», «El servicio personal como agente de desestructuración en el Tucumán colonial», «Mestizaje interétnico en el noroeste argentino», «Etnohistorias en los valles calchaquíes. Siglos XVI y XVII», (con Roxana Boixados); «Reflexiones sobre las categorías semánticas en las fuentes del Tucumán colonial» con Cora Bunster), «El culto de la Vírgen del Valle en Catamarca y la incorporación de los indígenas al sistema colonial» y «Estructura de la sociedad indígena del noroeste argentinoÚ» (con Ana E. Schaposchnik). Además, publicó los libros Tucumán Colonial y Charcas, 1997, editado por la UBA; El ocaso delimperio. Sociedad y culturas en centro-sur andino; La Pedagogía delmiedo. Los Borbones y el criollismo en el Cuzco, en colaboración con Cora Bunster, Lima, 2013. Y además, el Fondo Editorial de la Universidad Católica del Perú le editó en 1997 su libro De quimeras, rebeliones y utopías. La gesta del inca Pedro Boorques–traducido luego al inglés–del que obsequió un ejemplar a quien escribe en amable y generoso reconocimiento «por su obra en pos de la memoria colectiva de Cañada de Gómez». Obra seguramente muy modesta al lado de sus valiosos y decisivos aportes al conocimiento de las culturas indígenas y de nuestro pasado colonial, como así también de sus valiosas contribuciones a la arqueología argentina.
Gerardo Álvarez