miércoles, 1 de febrero de 2017

Reflexiones sobre temas de Derechos Humanos

COLABORACIÒN para el diario « ESTRELLA de la mañana» de Cañada de Gòmez.

Tema: «No criminalizar la pobreza»
El comienzo del presente año no fue pródigo en sorpresas por parte del Gobierno nacional, y entre otras tantos anuncios nos sorprendimos con el reciente proyecto de bajar la edad de imputabilidad, un tema estrechamente vinculado con las reflexiones que intentamos desde este espacio. El disparador parece haber sido el homicidio, en el barrio de Flores en Bs. As., de un adolescente de nombre Brian, a manos de otro chico del mismo nombre, quien fue extraditado del país hacia el vecino Perú para que quedara a cargo de sus abuelos.
Se ha reflotado un tema y una discusión que no son nuevos, que cada tanto se instala en la sociedad, provocando las más diversas reacciones de todos los sectores. Pero si volvemos a discutir lo mismo es porque no avanzamos, no aprendemos. Esta es una nueva oportunidad de hablar del tema, es una nueva oportunidad para demostrar porqué nos oponemos a este intento de solucionar las urgencias de la inseguridad y la comisión de delitos por esta vía de una mayor represión que se traduce en ampliar el reproche penal a una edad cada vez más baja, sin tener en cuenta otros factores que son los que verdaderamente influyen de manera decisiva en la cuestión. Esto es así porque no estamos en una sociedad ni en un país con pleno empleo, que cuenta con un sistema de educación de excelencia que no conoce de deserción en los distintos niveles de escolaridad, no vivimos en una sociedad con todas sus necesidades básicas satisfechas, sin conflictos, con enormes ingresos, baja carga de obligaciones fiscales, y casi nulo niveles de pobreza e indigencia. Más bien todo lo contrario. Y este proyecto del Gobierno nacional no hace sino mostrar una de las caras más terribles de la negación de las políticas sociales. Ya en el siglo XVI, Tomàs Moro en su célebre «Utopìa» relataba el gran éxodo de las masas campesinas a las ciudades acaecido en Inglaterra durante el Renacimiento; se crearon villas espantosas, con personas sin trabajo y sin asistencia de ninguna índole, lo que hizo que comenzaran los delitos contra la propiedad. Las respuestas de las autoridades fue sancionar con la horca tales delitos. Durante décadas se ahorcaron desocupados, niños, hombres que no podían dar de comer a sus hijos. Pero los delitos ni la inseguridad disminuyeron, no podían disminuir mientras se mantuvieran las circunstancias sociales que las permitían. Y cada tanto vuelve a aparecer la discusión. Todo eso no ha cambiado, solo ha cambiado el siglo, porque se repite siempre: empujamos a los chicos negándoles educación, trabajo, vivienda digna, en suma, criminalizamos la pobreza. Una mayor represión, o una baja en la edad de imputabilidad no son la solución a un problema que tiene otras causas, porque la inseguridad derivada de situaciones de exclusión social no se combaten con una mayor respuesta penal. Todo ese discurso represivo fue rebatido hace siglos por Tomás Moro. Además, todos los queridos lectores pueden fácilmente apreciarlo, porque ven a diario los chicos, algunos muy chiquitos, pidiendo en los bares, revolviendo entre la basura, en las grandes ciudades se puede ver a cualquier hora a carros guiados por niños para buscar el sustento del día. Esto no pretende ser un golpe bajo o un relato sensiblero; es una realidad incontrastable, frente a la cual no puede ni debe oponerse represión o persecución penal, sino políticas de estado que ataquen, primero, las circunstancias de exclusión y marginalidad de muchos niños y jóvenes para evitar que cometan ilícitos, y luego, brindarles las herramientas para tener todas las oportunidades de educación y desarrollo que les permitan ser ciudadanos de bien. No debe criminalizarse la pobreza. Ya lo vivimos antes. Hace unos años, como se recordará, el falso ingeniero Blumberg desplegó toda una campaña, movido por el dolor y el rencor, en pro del endurecimiento de penas y mano dura para los «delincuentes»; los legisladores, en una gran demostración de demagogia, cedieron ante la fuerte presión de la sociedad, se aumentaron las penas para muchos delitos, se incrementó el monto máximo de reclusión perpetua, y los delitos no sólo no disminuyeron sino que aumentaron en forma casi proporcional. No debemos repetir el error.
Pero este nuevo intento no es casual, ninguna decisión de la derecha que nos gobierna lo es; recuérdese que una de las primeras medidas del presente año fué despedir a tres mil trabajadores de la educación, donde se contaban cuatrocientos empleados del Ministerio de Educación, y dos mil seiscientos tutores virtuales del Programa Nacional de Formación Docente de la Nación. Es decir, menos educación, una prueba concluyente de la improvisación y la carencia de políticas que contenga a nuestra niñez, y de la incapacidad para resolver la cuestión. Porque al Gobierno no le interesa. Porque a la derecha no le interesa.
Se ha dicho que los niños son el futuro. Creemos que es más apropiado y real sostener que los niños son el presente. Y una cualidad esencial de las sociedades desarrolladas está en la manera que trata a sus niños y a sus «viejos». La derecha que nos gobierna demuestra a cada paso una gran insensibilidad y en su objetivo principal de concentrar la riqueza en pocas manos, asimilar la inseguridad y el delito a la pobreza es también su premisa política que va de la mano con aquel objetivo.  Por eso, no caigamos en ésta trampa, no cedamos a los discursos represivos, defendamos a nuestros niños, defendamos el presente. Y ganemos lealmente el futuro. Lo único que nos falta es merecerlo.-

Dr. Adrián L. Bergesio
adrianlbergesio@yahoo.com.ar