Desde
Perón los trabajadores fundaron una identidad política en la Argentina. Mas
allá de las ideas políticas disidentes al peronismo hay cosas que partir de ese
militar que luego incorporó a una mujer iluminada por Dios para convertirse en
contacto con los pobres y trabajadores en un icono histórico que con el tiempo
dejo de tener fronteras.
Perón
y Evita crearon un nuevo tratamiento del trabajador. Les digo leyes. Justicia
social y asistencia a las mínimas necesidades de los hogares argentinos de
clase media y baja.
Allí
nació el gremialismo nacional pero también nacieron los vicios. Los
trabajadores tenían cómo defenderse uniéndose contra los explotadores pero se
olvidaron de respetar algunas cosas que aun hoy no respetan: la democracia.
Si
hay una Constitución Nacional que rige al congreso y a las cámaras legislativas
provinciales, una parte de esa carta magna debía regir también al gremialismo,
que es la única defensa del trabajador contra el abuso de los capitales y los
ricos que saben poco de humanismo y menos aun de pobres.
En
la Argentina hay un cuarto poder pero no somos nosotros los periodistas como
suele decirse, sino el gremialismo. Y para nosotros el congreso nacional
debiera exigir como se le exige a una cooperativa, a una mutual, a un club, un
estatuto coherente con la forma en que se maneja el país. Nunca nos fue bien
cuando un secretario general de un gremio calentó el sillón durante 20 o 30
años dándole la espalda lisa y llanamente a elecciones periódicas y
democráticas para la renovación de los representantes de los trabajadores y no
permitir que un simple trabajador carismático se haga dueño de un gremio,
disponga un paro de actividades, se fortalezca en los indigentes y pobres
maltratados y grandes capitales, y se de paso a nuevos dirigentes con nuevas
ideas que reemplacen a cualquier indigente que después de los cuatro años es
obvio debiera ser cambiado para descansar de la dura tarea que es manejar a
miles de trabajadores sin caer en la corrupción o la traición. Seguramente esto
que decimos hoy puede ser mal interpretado por alguien pero con seguridad que
tarde o temprano la democracia va a golpear la puerta de los sindicatos y a la
justicia con grandes dirigentes que hoy son desoídos, porque los gremios no
saben manejar su futuro democráticamente. Un secretario general parece ser el
dueño de la estancia y los demás los peones que le dan de comer a las vacas, a
los chanchos y siembran el cereal en los campos.
EL DIRECTOR