Sé
que a muchos les sorprenderá que alguien diga lo que dice el título de esta
nota porque la áspera realidad de la vida dice que el ser pobre es algo muy
malo, que habitualmente nos priva de alimentos, nos hace sufrir fríos,
educación, viajes, buena ropa y amistades importantes.
En
otros casos como en el mío el poder haber superado no sin muchos esfuerzos y
teniendo unos santos padres que lo dieron todo por mí las cosas suelen pasar de
aquellos fríos, de aquellas falencias de la pobreza a una realidad totalmente
diferente. Y no decimos pasar a ser
ricos sino simplemente tener lo esencial para comer, para no pasar frío y para
vestirse. Pero primordialmente poder trabajar en lo que a uno le gusta.
Las
alegrías de los pobres son formativas de grandes personalidades que no
acumularan riqueza sino grandezas como los Favaloro, los Fangio y tantos más
grandes hombres que sin llegar a ser ricos fueron felices en su momento por lo
que hicieron por los demás.
Ser
pobre significa saber lo que es la solidaridad, la verdadera amistad, la
coparticipación en la busca de grandes soluciones para los grandes problemas.
Por
ejemplo: cuando yo tenía 11 años ya mi padre nos había paseado por Sánchez,
Ramón Cárcano, Marcos Juárez y Venado Tuerto donde el ferrocarril Ingles donde
trabajaba mi papá le daba casa a los que aceptaban las vacantes que surgían en
el trabajo del ferrocarril y que agregaban al sueldo miserable que tenían en
aquel entonces esos empleados la posibilidad de una vivienda sin cargo porque
mi padre no estaba en condiciones de pagar un alquiler en Cañada de Gómez para
una familia con dos hijos. A menudo he contado anécdotas que se niegan a
borrarse de mi memoria como la de mi mamá ordeñando una vaca prestada por el
señor Ramón Cárcano mi padre un autodidacta literario y músico del que siempre
estuve orgulloso y al volver a Cañada compartíamos la casa de mi abuela con los
cuatro hermanos de mi madre en la calle Ocampo 1356. Cuando mi padre consiguió
un segundo trabajo, de ayudante en el estudio jurídico de Ángel Federico
Robledo en calle España 175, para agregarle a su sueldo de ferroviario pudo
alquilar una casa en calle Boulevard Centenario 786, pero yo seguí siendo el
único alumno de 4to grado que no llevaba zapatos sino alpargatas y no tenía una
bicicleta. Yo sabía que mi padre no estaba en condiciones de comprarme una
bicicleta, de pagar un alquiler, de comprar ropa para toda la familia y por
supuesto los alimentos. Pero no me animaba a pedirle que me comprara una
bicicleta aunque sea usada. Sin embargo la imaginación ya afloraba en mi cabeza
a los 11 años, o sea 70 años atrás. Conseguí dos pinzas de pantalones para
evitar que los dientes del piñón mordiera los pantalones con la cadena. Era
ridículo verme caminando con dos pinzas de bicicleta en los pantalones pero sin
bicicleta. Un año después mi padre consiguió que José Garino un almacén ubicado donde hoy vive Quique
Albertengo le diera 24 cuotas a mi padre para que me comprara una bicicleta
Rally Importada y me la regalara al cumplir 12 años. Solo un pobre puede
entender que tipo de sentimiento y cuanta alegría me dio ese regalo de mi padre
a quien recuerdo casi 50 años después de su muerte con tanto amor y respeto.
¿Qué
saben los ricos de alegrías como estas?
Ser
pobre enseña mucho más que nacer rico. Aprendes a querer mejor a los que tienen
poco pero sienten mucho, porque son más solidarios y mas compañeros en el dolor
que han sufrido juntos en la vida.
Pasaron
los años y seguí siendo pobre y sigo siéndolo en algún rincón de mi corazón.
Pero no un pobre desagradecido, sino un pobre agradecido a la vida que me hizo
conseguir lo poco que tengo y educar a mis tres brillantes hijos que a su vez
hicieron lo propio con mis 9 brillantes nietos.
Por
todo esto cada vez que entro a la casa de un pobre me siento más honrado que
entrar a la casa de un rico, cada vez que un pobre me abraza siento algo en el
corazón que no puedo explicar. Y doy gracias a Dios que me permite comunicar
estas emociones que a mucha gente seguramente les hace pensar más allá de todas
las cosas cotidianas.
Conozco ricos buena gente, pero siempre digo
que el que no fue pobre alguna vez se va
recibir de cualquier cosa y va a tener éxito y quizás fortuna pero va a
envejecer debiendo algunas materias que no rindió en marzo.
José Antonio Ramacciotti (Atila Jartti)