En el ajedrez suele ocurrir que
uno de los contrincantes posee mayoría de piezas y una buena posición sobre el
tablero pero que el rival descubra la forma de empatar la partida, logrando un
jaque perpetuo. Nosotros, viejos ajedrecistas, el que escribe, campeón olímpico
y tridepartamental en la década del ’70, sabe de ajedrez casi tanto como de
periodismo.
No hay nada más parecido al jaque
perpetuo que el archifamoso y repulsivo “decreto
de necesidad y urgencia”. Es increíble que un país de 40.000.000 de
habitantes, rico, sabio, y hermoso como la Argentina, le otorgue a un ciudadano
el derecho de poder disponer por su propia voluntad algo que repugnaría, por
ejemplo, a los 39.999.999 habitantes.
Un congreso que estuvo casi 24
horas decidiendo, si se puede o no, hacer un aborto, especialmente luego de un
salvaje acto de violación, permita que exista un ser humano en el país que se
pueda pasar por el lugar más indigno: el congreso de la nación, la constitución
nacional y el mejor criterio que se pueda utilizar para superar cualquier
problema.
Hace pocos días le preguntamos a
un diputado de nuestra confianza, una gran personalidad, si con ese decreto de
necesidad y urgencia, un presidente podría vender o entregar la Patagonia a un
país vecino (que de paso hay uno que le tiene mucho cariño a nuestra
Patagonia), y esta personalidad me pidió disculpas, dijo que lo iba a estudiar
porque él está retirado de la política pero como se ven las cosas, cree que sí.
¿Somos tan imbéciles los
argentinos para poner en manos de gente como Menem, Cristina o Macri, un poder
semejante siendo que el congreso le cuesta el país miles de millones de pesos
mensuales?
Si hay algo urgente en la
Argentina hoy es terminar con la hipocresía del voto. En la Argentina el que
gana, hace lo que quiere, que los demás aplaudan o puteen.
Así es la cosa, querido lector, y
le pido disculpa por el miedo que yo tengo acerca de Macri que, además de endeudarnos
por cien años, se le ocurra venderles a los ingleses la Patagonia, ¡total ya
las Malvinas la tienen!
Más bien, viviríamos más
tranquilos los que desconocemos que significa ese decreto que puede usar un
solo hombre en representación del país. Ojalá sea solo imaginación nuestra en
cuyo caso no le dé importancia a este editorial.
EL DIRECTOR.