martes, 5 de febrero de 2019

“JOSÉ, ME ESTOY YENDO”



Era una máquina de trabajar. El doctor Luis Crossa sabía que tenía una mala enfermedad, iba a Rosario a hacerse la quimio manejando su auto, volvía y a la tarde trabajaba en el Sanatorio de Cañada de Gómez del cual era uno de los dueños. Luego de dos o tres operaciones, él no confiaba mucho en su futuro. Cuando un día pedimos turno para atendernos con él, como lo hacíamos habitualmente, nos dijeron en el Regional que el doctor no atendía porque estaba enfermo. Por otro lado, conocimos la triste noticia de que su enfermedad era gravísima y habia derivado con otros problemas. Él vivía al lado de su celular. Tuvimos la intuición de llamarlo porque su salud fue seguida con preocupación sincera y con oraciones a favor de que la superara de miles de personas en Cañada de Gómez. Me sorprendió que me contestara y se produjo este diálogo:
-¿Cómo estás Luis?...
-Peleando José. Pero esta vez me estoy yendo.
A la mañana siguiente la ciudad estaba revolucionada. Luisito Crossa, nuestro doctor de cabecera, muy amigo de todo el mundo, había fallecido. Se estaba yendo como él decía el día anterior.
¿Qué hay que hacer en casos como este? Uno se desorienta… ¿Llorar? ¿Patear las paredes de bronca?
Sencillamente, creer en Dios y que todas las almas como las de Luis deben tener en la otra dimensión después de la muerte, con seguridad, algún premio especial en el más allá.
Seguimos llorándote Luisito.
EL DIRECTOR.