Que difícil que se me hace hablar
en primera persona, pero hay veces que se hace imposible evitarlo, o sea mi
vida no fue muy prudente, ni muy tímida. Esa timidez que me acompañó hasta los
20 años súbitamente se convirtió en todo lo contrario cuando mis familiares
querían hacerme escribano y yo me habia pasado la vida haciendo caricaturas,
dibujos, historietas y otras cosas que se fueron sumando con los años. Mi padre
le decía a Eduardo Navarro, que todavía sigue siendo un pilar de este Diario:
“hablalo a José, mi hijo está loco. ¿Sabes lo que quiere hacer?”. Pero yo ya
habia pasado la raya de la modestia y la timidez y hacia cualquier zafarrancho
en cualquier lugar que me metiera. Figuritas estrellas, el Diario, festivales
de box, cientos de bailes, y todo para mantener con sus resultados este hijo
que es Estrella y que todavía sigue viviendo.
Hoy (por ayer), festejé mí
cumpleaños número 49. Pero no por coquetería sino porque el día 7 de febrero de
1970 tendría que haber muerto en un accidente de aviación en el Chaco. Cuando
estaba con el pasaje de aviación sacado hacía dos días y por la suspensión de
una actuación de Montoya y su banda, el viaje de avión salía $7500, aparte el
clima de Corrientes en verano es insoportable, una suspensión de un show me dio
la ocasión de tomar un colectivo que demoraba 24 horas en llegar a Cañada, para
ver cómo iban las cosas en el Diario que habia quedado en manos del personal de
administración.
Deje el pasaje de avión para que
el hotelero pidiera que me devolvieran la plata, cosa que no ocurrió. Ese avión
cayó apenas arrancó, no en Corrientes, sino en el Chaco, en la zona de
Resistencia, o sea yo no le di importancia porque no me di cuenta que era el
avión que yo tenía que tomar. La nave arrancaba en Corrientes, cruzaba el Paraná
y al llegar a Resistencia tomaba por el margen derecho la bajada del Paraná
hasta llegar a Rosario. Los muchachos de los Dijes, la orquesta lloraron mi muerte el 7 de febrero de 1970, por
eso ese día simbólicamente cumplo años.
Parece una cosa de chicos y
bueno, reconozco que siempre es bueno tener alma de niño en algún rincón del
corazón. Recuerdo si, con mucha alegría las sonrisas y las lagrimas con que los
muchachos de Los Dijes cuando me recibieron de vuelta para continuar con los
bailes del carnaval correntino.