El terrible atentado y asesinato
de Fernando Báez Sosa ha conmovido al país, fue comentario obligado de norte a
sur, este a oeste en la Argentina y tuvo también su gran difusión mundial.
¿Cómo hacemos los argentinos para
demostrarle al mundo que esas diez bestias, rugbiers para más dato, un deporte
para la casta alta de argentinos, no es un significativo calificativo de lo que
somos los argentinos, menos aun los jóvenes? Pero si hay una forma de buscar
los buenos argentinos jóvenes para premiarlos con una carrera universitaria,
con becas y todo lo que un joven puede necesitar para transformarse en un
hombre de bien e importante de nuestro país, habrían en nuestro entorno miles
de empresas de gente con dinero, de instituciones y establecimiento
educacionales que con seguridad no tendría entre sus alumnos inscriptos ninguna
de las diez bestias que ultimaron a un muchacho de 19 años, y nadie sabe
porque. ¿Habrá sido para demostrar lo fuerte y rudos que son los jugadores de
rugby? Si eso buscaban lo que demostraron es que los jóvenes cultores de ese
deporte son unos reverendos hijos de puta. Pero nosotros no lo creemos así. Entre esos diez tienen que haber habido una
gran mayoría de alto nivel social que creen tener todo el mundo en sus manos y
el perdón del Papa de todos sus pecados.
Es triste y lamentable para los
argentinos que este hecho como es explicable, haya transferido a todo el mundo
una noticia semejante. Y que ahora estén muy preocupados esperando la entrada
de esos diez salvajes a las cárceles. Todos los presos comunes que seguramente
verán el delito que a ellos los tiene tras las rejas o una pequeña riñan de
barrio porque seguramente muy pocos presos en la Argentina deben estar presos
por atacar diez a uno y matar despiadadamente a un semejante.
No vamos a perdonarle a los que
han estado en un estado de disgusto o de amor herido en lo más profundo quienes
pueden en la argentina presentar un peor motivo para estar preso. Y hablamos de
maridos o esposas engañados, actos de irracionalidad donde antes hubo mucho
amor que generalmente se transforma en odio. Pero que diez jóvenes en edad
escolar aún cometan el asesinato que cometieron junto al mar en la zona
prospera de turismo de la gente con mejor nivel económico, supera todo lo
imaginable. Ningún chico de 16 o 18 años necesita estar en barra de diez para
asesinar a nadie. Fue como una fiesta entre ellos para ver quien le pateaba más
fuerte la cabeza a Fernando que moría poco después pese a los esfuerzos de una
joven que le hacía respiración boca a boca y tareas de reanimación que en 35
minutos no dieron resultado pese a todo su esfuerzo.
Hoy los argentinos están
preocupados de diferentes formas:
a) los autores de este salvajismo que recién ahora se dan cuenta de
lo que le puede pasar en la cárcel que les toque.
b) se dan cuenta que se terminó su vida, porque nadie habla de
penas menores a 50 años de cárcel o perpetua. Porque esos ricos jóvenes
seguramente hijos de familias oligarcas no van a poder comprar jueces ni pagar
fianzas para borrar semejante asesinato.
c) súbitamente un sábado a la noche o mejor dicho un domingo de
madrugada se encontraron que esa vida que querían encausar en la escuela
secundaria o universidad hacia el futuro termina de desplomarse hecha trisas, y
en dos o tres puntapiés que haya pegado cada uno en una cancha de rugby lo que
rompieron no es solo la cabeza de un joven sino su propio futuro, su vida
misma, que termina de caer herida de muerte entre los ejecutores de la justicia
en la Argentina.
Argentina es un país de gente
buena, estos salvajes son producto de un negocio vil como el de la droga, el
alcohol, como el de los boliches que antes cerraban dos o tres de la mañana, y
ahora algunos generosos diputados y senadores convirtieron en el peligro mortal
que todo el mundo lee y analiza todos los domingos por la madrugada y a veces
por varios días. No explicamos a nadie porqué un joven tiene que ir a bailar y
divertirse a las 3 de la mañana metiendo su cabeza en un mundo de droga y
alcohol, que no siempre saben cómo van a terminar de madrugada.
Parece mentira, pero solo
ocurriendo masacres como la del otro domingo la justicia hará lo suyo. Y
remendará todos los terribles exabruptos que en los últimos años se hace de la
diversión de los jóvenes argentinos.
Con seguridad de eso, como
siempre ocurren unas grandes calamidades públicas, va a salir algo bueno para
los que queden fuera de las cárceles y fuera de las estúpidas normas de los
gobiernos de turno.
EL DIRECTOR.