Así
como hay intelectuales, estudiosos, eruditos, profesores, maestros, escritores,
literatos, filósofos y científicos que sufren a menudo porque sus cosas se
desbaratan por causas externas y no por fallas y responsabilidades humanas,
este día del trabajador no nos ha producido ninguna alegría que no sea,
simplemente el estar bien gobernados hoy en un país que es coherente,
consecuente y popular (¿De dónde sacó la oligarquía que populismo es mala
palabra?).
Un
virus ha atacado a millones de seres humanos en el mundo entero, mató a más a o
menos, entre el 10% y el 20% de los que atacó, el coronavirus que nadie sabe de
dónde salió pero si a quién perjudicó y que hizo que hace más de un mes el
mundo se haya paralizado inesperadamente y de manera insólita, como si todo
fuese obra de una mano misteriosa, oscura, maligna y macabra, ajena a los
intereses humanos.
Nadie
sabe la verdad, o muy pocos si es que esto que ocurre en la cuarentena mundial
para parar al coronavirus, podría haber tenido una mano criminal castigando al
mundo y a los seres humanos. Esto solo se sabrá con el tiempo o quizás nunca,
pero a nadie sorprendería viendo las actitudes de Xi Jinping y los chinos, de
Donald Trump y los EE-UU, de Brasil y Bolsonaro y otros más hayan tenido algo
que ver (alguno de ellos o todos) con un ataque químico, biológico, viroxico y
bacteriológico mundial de semejante escala y magnitud.
Ya
hoy la ampliación y extensión de la cuarentena es la mayor preocupación de los
argentinos. Y no son pocos los que están encomendándole a Dios que sea el que
solucione nuestro grave problema.
EL
DIRECTOR