viernes, 12 de junio de 2020

¿Y si nos hacemos vagos?



Este virus que vino con la secreta misión de limpiar al mundo, al menos parcialmente y especialmente de gente pobre y vieja, parece un engendro satánico de Christine Lagarde (para nosotros lagartija) fea por fuera y por dentro. Hace varios meses con la orden de quedarte en casa, no salir, no respirar en lo posible sin un horrible bozal para evitar que los bichos puedan entrar en la boca de la gente pero el problema es que los que somos trabajadores, tenemos un riesgo enorme de que nos guste estar en casa viendo televisión, jugando con los chicos, sin laburar, aunque la falta de trabajo es un gigante que pisa fuerte y cambias tradiciones y costumbres que habían hecho de nuestro pueblo, una raza de gente trabajadora, eficaz y con todas las virtudes de los mejores trabajadores del mundo.
No vamos a hablar de nuestro orgullo de la Argentina y de los Argentinos porque más de 63 años lo hemos repetido miles de veces: Tenemos un gran pueblo, tenemos grandes científicos e investigadores, grandes artistas, grandes deportistas y para nosotros el país mejor dotado por Dios en bellezas naturales y riquezas materiales.
Si hay algo que no nos pueden prohibir es hablar con nuestros amigos y nuestros seres queridos y allegados y muchos de ellos tienen un problema del tipo que están teniendo todos: Nos estamos haciendo vagos. Porque una cosa son unas vacaciones de 10 o 15 días al año y otra muy distinta es que el Presidente de la República, el Ejército y la Policía te prohíban salir a la calle durante una cuarentena de 6 meses.
Esperemos que Alberto Fernández al que desgraciadamente la diosa fortuna no favoreció esta vez encuentre algún sistema para que todos los laburantes argentinos, generalmente brillantes, se hayan olvidado de todo lo que eran y de cómo trabajaban antes que el coronavirus viniera a hacer trizas el mundo conocido. Salvo muy pocas, pequeñas e ínfimas excepciones, pero aún las excepciones sufriendo la negatividad de puertas cerradas, comercios cerrados, negocios cerrados, fabricas e industrias cerradas y miles de enfermos, contagiados e infectados por día, a lo largo y ancho de todo el mundo, pero especialmente en los países que son mejor armados para afrontar esta lucha que solo parece ser que Argentina la entendió bien.
Todos creemos y queremos que se termine esta noventena que tanto hace a la economía del país y de casi todos sus habitantes. Y lamentamos también que tan lindos proyectos como venía manejando Alberto Fernández al asumir como presidente se hayan quedado con las armas en la mano pero sin balas para disparar y encarar el futuro del país.
Nada es seguro, menos aún la fecha en que esta pandemia deje de azotarnos en todo el mundo.
Y sugerimos que todos los argentinos que tengan la bondad de leernos entiendan que una gran crisis como la que estamos afrontando necesitan que volvamos al trabajo con todas las pilas puestas y con ganas de seguir haciendo el país que venía pareciéndose hasta el mes de febrero.

Una frase final: Si no somos capaces de hacerlo, Dios y la Patria nos lo van a reclamar.

EL DIRECTOR