Este
virus que vino con la secreta misión de limpiar al mundo, al menos parcialmente
y especialmente de gente pobre y vieja, parece un engendro satánico de
Christine Lagarde (para nosotros lagartija) fea por fuera y por dentro. Hace
varios meses con la orden de quedarte en casa, no salir, no respirar en lo
posible sin un horrible bozal para evitar que los bichos puedan entrar en la
boca de la gente pero el problema es que los que somos trabajadores, tenemos un
riesgo enorme de que nos guste estar en casa viendo televisión, jugando con los
chicos, sin laburar, aunque la falta de trabajo es un gigante que pisa fuerte y
cambias tradiciones y costumbres que habían hecho de nuestro pueblo, una raza
de gente trabajadora, eficaz y con todas las virtudes de los mejores
trabajadores del mundo.
No
vamos a hablar de nuestro orgullo de la Argentina y de los Argentinos porque
más de 63 años lo hemos repetido miles de veces: Tenemos un gran pueblo,
tenemos grandes científicos e investigadores, grandes artistas, grandes
deportistas y para nosotros el país mejor dotado por Dios en bellezas naturales
y riquezas materiales.
Si
hay algo que no nos pueden prohibir es hablar con nuestros amigos y nuestros
seres queridos y allegados y muchos de ellos tienen un problema del tipo que
están teniendo todos: Nos estamos haciendo vagos. Porque una cosa son unas
vacaciones de 10 o 15 días al año y otra muy distinta es que el Presidente de
la República, el Ejército y la Policía te prohíban salir a la calle durante una
cuarentena de 6 meses.
Esperemos
que Alberto Fernández al que desgraciadamente la diosa fortuna no favoreció
esta vez encuentre algún sistema para que todos los laburantes argentinos,
generalmente brillantes, se hayan olvidado de todo lo que eran y de cómo
trabajaban antes que el coronavirus viniera a hacer trizas el mundo conocido.
Salvo muy pocas, pequeñas e ínfimas excepciones, pero aún las excepciones
sufriendo la negatividad de puertas cerradas, comercios cerrados, negocios
cerrados, fabricas e industrias cerradas y miles de enfermos, contagiados e
infectados por día, a lo largo y ancho de todo el mundo, pero especialmente en
los países que son mejor armados para afrontar esta lucha que solo parece ser
que Argentina la entendió bien.
Todos
creemos y queremos que se termine esta noventena que tanto hace a la economía
del país y de casi todos sus habitantes. Y lamentamos también que tan lindos
proyectos como venía manejando Alberto Fernández al asumir como presidente se
hayan quedado con las armas en la mano pero sin balas para disparar y encarar
el futuro del país.
Nada
es seguro, menos aún la fecha en que esta pandemia deje de azotarnos en todo el
mundo.
Y
sugerimos que todos los argentinos que tengan la bondad de leernos entiendan
que una gran crisis como la que estamos afrontando necesitan que volvamos al
trabajo con todas las pilas puestas y con ganas de seguir haciendo el país que
venía pareciéndose hasta el mes de febrero.
Una
frase final: Si no somos capaces de hacerlo, Dios y la Patria nos lo van a
reclamar.
EL DIRECTOR