sábado, 9 de julio de 2022

ATILA JARTTI, TUTTI FRUTTI.

Tengo un poco abandonado mi espacio donde trato de comunicarme con mis viejos amigos lectores de ya casi 65 años, con cosas que solamente se leen en Estrella. Y de ahí quizás surja la explicación de porque duramos tantos años. En este sector ponemos cosas que no aparecen nunca en ningún otro diario, o semanario, o revista. Por supuesto hay años de material pendiente de salir en estas páginas pero por lo menos, vamos conectándonos otra vez con los amigos que nos han permitido semejante duración en la calle. Cambiaron las caras pero el diario sigue teniendo un mismo corazón. … Dicen desde hace muchísimos años que el hombre que llora se desvaloriza ante los demás. Que las lágrimas son para las mujeres. Sin embargo yo tengo otra óptica. La lágrima es un sentimiento que sale de nuestro corazón y sale por nuestros ojos. Quien no lloró por la muerte de su madre, de su padre, de su amigo, de su esposa o de su líder (en el caso de Perón por ejemplo). Nosotros queremos reivindicar la lágrima en este espacio, pero la lágrima del hombre, ya que la mujer tiene los lagrimales flojos y suele llorar por emociones diversas, no solamente por tristeza. Conozco un hombre, que cada vez que le hacemos contar, si alguna vez lloró, nos cuenta lo mismo. El dice que una vez su mujer dijo “te quiero tanto, que cuando vos te mueras voy a comprar una sillita, me voy a sentar en tu tumba y voy a estar allí hasta que me muera, porque no pienso ni tomar agua, ni comer, solo llorar porque vos ya no estás conmigo”. Esa mujer, se lo dijo una sola vez mirándolo a los ojos, por lo cual el hombre le creyó y desde ese día hace muchos años ya, cada vez que el cuenta o recuerda las palabras de su mujer, que gracias a Dios aún vive, se le piantan varios lagrimones. Y eso es ni más ni menos que pedazos de corazón que toman forma de lágrimas, y tienen valor aunque sean de un hombre, y para nada significan una debilidad espiritual de ese hombre.