sábado, 21 de enero de 2017

FALLECIÓ OSMAR FERNÁNDEZ, AVEZADO PIONERO DE LA AVIACIÓN CAÑADENSE

Don Pedro Simón Fernández, un español residente en el pueblo de Sunchales, donde se había casado con Catalina Sona, en 1944 decidió radicarse en Cañada de Gómezy, apenas arribado, se incorporó como socio a una de las características tiendas establecidas por inmigrantes hispanos, La Casa Central, que siempre estuvo ubicada en la vereda sudoeste de Lavalle y Pagani, era propiedad de Sebastián Pérez Vázquez y de Antonio Casariego Piñeirua y que desde entonces giraría bajo la razón social de Pérez Vázquez, Fernández y Casariego. Con ellos vendrían los dos hijos del matrimonio, Pedro, ahora prestigioso abogado residente en Rosario, que desde 1958 fuera el destacado secretario de gobierno de la etapa inicial de la primera intendencia de Gerardo Cabezudo, y Osmar David Mateo Fernández, quien había nacido el 22 de enero de 1930 y falleció en nuestra ciudad el primer día de enero del 2017.
Osmar Fernández manifestó en su adolescencia una definida afición por el piano, instrumento cuya ejecución aprendió con el prestigioso maestro Santiago Malori hasta que éste se radicó en Rosario, según recordara Eduardo Pérez Grigioni, pero sus grandes vocaciones fueron indudablemente el tiro y la aviación. Desde muy jovencito se llegaba hasta el polígono del Tiro Federal y realizaba largas prácticas con sus amigos del  Nacional Florentino Ameghino, y también hasta el Aero Club, donde entabló amistad con don Juan Arfinetti, el legendario triunfador en la carrera aérea de las Catorce Provincias que se disputara en 1932, y con otros afamados pilotos de la etapa fundacional de la institución, como Carlos Amadio, Galo Vallejo, Juan Verón, Carlos San Juan, Máximo Marín Quesada, Aroldo Shltzich y Osvaldo de Altube. Por entoncesLa Nota destacó, en diciembre de 1946, la«brillante actuación del equipo de tiro del Colegio Nacional en el Campeonato Nacional realizado en Concordia», en el que fue representado por Hernán Reynaud, Eduardo Chapira y Osmar Fernández, y expresó que debía
«… ser motivo de honda satisfacción para todo el pueblo de Cañada de Gómez la brillantísima actuación que le cupo al equipo representativo de su Colegio Nacional en el campamento que, agrupando a todos los colegios secundarios del país, se realizó en Concordia (…), con una participación de más de trescientos establecimientos educacionales, el equipo local ocupó el cuarto puesto  en la clasificación general a solo 14 puntos del Colegio de Lomas de Zamora, clasificado en primer lugar».

Más de cinco décadas después, quien escribe incluyó en su libro El Nacional el relato al respectoque le brindara Osmar Fernández:

« El tiro con armas largas se enseñaba en Suiza en las escuelas, era un tema de defensa nacional, Suiza no tenía ejército… En la Argentina, el general Perón fue quien tuvo la idea de dar impulso al tiro, construyó los polígonos, subvencionó las instituciones de tiro… Yendo para atrás, me pierdo, no sé, si él fundó o no los polígonos, pero fue él y su elite quienes les dieron impulso. Entonces se nombra a un suboficial del Distrito Militar 35 que era instructor de tiro, creo que se llamaba Velázquez, quien les enseñaba a tirar a los soldados, para que instruyera a los alumnos del Colegio Nacional, allá por 1947. A ese hombre un día lo trasladan y lo nombraron a Francisco Carmassi. Ellos le avisaron al Colegio que había un concurso nacional para todos los colegios en Concordia, Entre Ríos, y el rector Etchart nos nombró a Alberto Chapira, HermannReynaud, que después sería un oficial de alta jerarquía de la Fuerza Aérea y a mí, Osmar Fernández, para que representáramos al nuestro. Junto con el oficial Velázquez y con todos los gastos pagos nos fuimos a Concordia y estuvimos allí tres o cuatro días, donde nos alojaron en un hotel. Recuerdo que obtuvimos un puesto destacado en el puntaje general y desde entonces me vinculé al Tiro Federal local. Cuando estaba en 5º año me mandaron a Buenos Aires integrando el equipo de Cañada para proceder a la selección de participantes al Campeonato Mundial de Tiro…».

Peroel oficio de conducir aeronaves sería la mayor pasión de  Osmar Fernández, y en él descollaría especialmente, ya que se ocupó durante años detraer aviones desde los Estados Unidos, generalmente máquinasCesna o Piper, adquiridos por algunas firmas comerciales, entre ellasRonchetti y Razzetti de Rosario, aero clubes o particulares. Y en esa tarea fue un verdadero innovador, ya que mientras generalmente se utilizaba una ruta aérea que sobrevolaba el Pacífico, inauguró un nuevo recorrido, haciendo lo propio por el Caribe.

Vinculado siempre al Aero Club, fue uno de los más afamados instructores de su Escuela de Pilotos, por la que pasaron más de mil alumnos de Argentina y Latinoamérica, muchos de los cuales fueron formados por él y Mario Rodera, quien fuera directivo de la entidad, considera que «era un piloto extraordinario y que fue un excelente instructor de muchos aviadores formados en Cañada…»

 En 1953 y 1955 Fernández participó de dos carreras de regularidad y se impuso en distintas etapas de ambas competencias, lo que permitió la obtención de importantes premios que quedaron en manos de su querido club. Y en junio de 1954, cuando se celebró la célebre Revoada en el IV Centenario de San Pablo, Brasil, el Aero envió tres aeronaves al mando de los pilotos Osmar Fernández, Dante Carmassi, Rómulo Amadío, Santos Joaquín Rodera y Emilio y Rubén Bigliani quienes, como señala la revista conmemorativa del 75º aniversario de la institución, cumplieron de manera satisfactoria un viaje «plagado de numerosos inconvenientes», no obstante lo cual «contra viento, niebla y lloviznas arribaron a destino», donde «fueron recibidos con honores por ser la delegación más numerosa y la primera en aterrizar en San Pablo». En la ocasión también viajo su esposa, DelciaPochiTrujillo, madre de sus hijos Jorge y Laura, quien siempre demostró particular apego a la afición aeronáutica de su esposo.

En sus últimos años y hasta que pudo hacerlo, don Osmar salía de su casa de calle Brown y disfrutaba de gratos momentos, en un par de confiterías locales, con algunos amigos de aquellos tiempos. Y cuando se lo interrogaba sobre susdestacables antecedentes comoresponsable instructor y como muy avezado piloto comercial, en cumplimiento de una firme vocación que cultivara a lo largo de su vida, con perceptible humildad restaba toda importancia a su brillante trayectoria aérea. Esa brillante trayectoria que ameritará recordarlo entre los más esforzados pioneros de la aviación cañadense.

Gerardo Álvarez