viernes, 10 de febrero de 2017

LOS VIEJOS JOVENES Y LOS JOVENES VIEJOS

Hace pocos días llorábamos en Estrella y con lágrimas verdaderas la muerte de una amiga que no era una gran periodista, que no había escrito ningún libro, que no había fundado ninguna escuela, que no había batido el record de nada… murió sencillamente una gran persona: Esmir Garro Viuda de Politti. Tenía 90 años. Ella le dejaba ver a sus amigos las cuantiosas operaciones que por enfermedades muy graves le habían mutilado el cuerpo. Pero Esmir todos los días salía a caminar, saludaba a todo el mundo, hacia favores, se reía permanentemente, contagiaba optimismo, levantaba el ánimo de los enfermos y deprimidos. Extrañamos mucho que todos los días suavemente entraba en nuestra dirección cantando una melodía con una suave y agradable voz muy afinada. Ya hablamos de ella no sabemos si fue la última foto la que sacó Azul nuestra Asistente de Dirección que últimamente saca casi todas las fotos que se publican.
Era tan difícil creer que una mujer que sufría tantas operaciones, el dolor de su ser más querido, su Pilo Politti, y viviera sola tuviera semejante grandeza en el alma como que era ella la que le levantaba el animo a los que tenían muchos menos años a cumplir que los que ella tenía ya cumplidos.
Si hay una prueba más de las millones que hay de que Dios existe y es bueno fue la forma en que nos llevó a Esmir: se murió sin darse cuenta. Nosotros por norma no vamos a los velorios y seguimos creyendo que la gente que tanto queremos siguen existiendo en algún lugar, como Favaloro, Amirati, Juan Pablo II, o así como Gieco está en París, Emiliano Trujillo está en Alemania, Luisito Pagani está en Canadá,  y los miles de seres queridos a los que no vi muertos en sus féretros y no ayudamos a cargar tomando ninguna manija del cajón que lo llevaba a su última morada nos parece que no se han ido, que están como los que nombramos vivos, tan vivos como los que nos chocamos todos los días y charlamos en el bar, en el diario, en cualquier lugar en que nos encontremos. Es una forma de hacer que el amor, el cariño, la estima taponen y silencien el dolor que nos produce en el corazón la pérdida de gente que según nuestra idea nunca debieran morir.
Este mensaje del Diario del Pueblo que ya tiene un director más cerca de allá que de acá pretende contagiarle a mucha gente la costumbre de no asumir la pérdida de un ser querido, porque si nos decimos creyentes de Dios sabemos que hoy ellos siguen estando, tal vez no en el lugar que nosotros lo vimos la ultima vez pero con seguridad que siguen estando y quién sabe si no ayudándonos desde la dimensión desconocida donde van las almas de la gente buena.
Es imposible vivir feliz si uno vive pensando en su muerte, es imprescindible  que hagamos un esfuerzo supremo para pensar que los que se mueren llegaron a la meta de la carrera que todos todavía tenemos que terminar de correr.
Esmir, el Flaco Marini (Leo), mis tíos Fifo y Beto, el Conejo Etchart y tantos miles más seguramente están donde nosotros creemos y seguimos pensando que un día de estos  de nuevo nos vamos a encontrar con ellos.
Ojalá esta meditación que no tiene nada de política, de protesta, ni de tristeza exagerada, que tratamos de disimular con nuestra Fe, les sirva a los lectores que hace 60 años casi nos acompañen en esta locura permanente que es comunicarnos todos los días a través de un papel de diario que a veces salpicamos con alguna lagrima por cosas que pasan y no aceptamos asumir.
No le tenga miedo ni a la muerte, ni a las enfermedades. Dios sabe bien cómo hacer las cosas y nosotros con nuestra pobre imaginación pero gran vocación tratamos de servir a todos en el dolor porque allí es donde más falta hace el corazón, el cariño y el apoyo a quienes queremos.

EL DIRECTOR