miércoles, 24 de enero de 2018

LA COLUMNA DE FAUL POR ATILA JARTTI



Se hace poco difícil escribir de cosas en la que el autor del escrito ha sido parte de la historia que se cuenta. A veces repito a la misma persona cosas que ya he contado porque tengo más memoria para las cosas viejas que vi y viví que a las cosas nuevas que sufrí.
 La repercusión de lo que uno escribe es muy importante para nosotros mismos los que escribimos. Es tristísimo escribir algo que vos ves es algo importante que la gente conozca, pero encontrarse con que la gente que puede gozar de esas anécdotas en su mayoría ya se han muerto. La muerte misma es un tema que las personas de edad avanzada tratamos de esquivar, que no nos imaginamos soldados por el capillero  adentro de un cajón. Que cuando hace la reducción de restos a los muchos años se encuentran que gente muy querida ya prácticamente restos humanos irreconocibles, después de muerto siguieron creciéndole la barba, las uñas, y uno piensa quiere decir que  a los muertos los enterramos vivos. Sino no le hubiese crecido ni la barba ni las uñas. ¡Qué tema la muerte!
Pero mucha gente joven  a la que le falta muchísimos años para ser viejos. Les debía interesar la óptica que los viejos tenemos de la vida. Las cosas que la gente puede aprender de la gente de 70, 80,90 años, cosa que si hacen los japoneses y otras civilizaciones del mundo. Por ejemplo hablar de lo que ocurrió cuando el Colegio Nacional de Cañada de Gómez era el único colegio que hacia bachilleres en toda la región y coincidían en Cañada de Gómez alumnos de Carcarañá, Correa, Las Parejas, Las Rosas, Armstrong, Villa Eloisa, Bustinza, etc. había un ciclo básico de tres años luego de la instrucción primaria que era hasta 6to grado y un ciclo básico idéntico para todos los chicos que querían hacer bachilleres, peritos mercantiles o maestros. El Colegio Nacional estaba enclavado por muchísimos años en la calle Ocampo y San Martin esquina noroeste. De ese tiempo nacen miles de anécdotas de nombres de grandes docentes, de grandes personalidades que hicieron o el bachiller o se recibieron de maestros en la escuela Normal donde encontramos para el anecdotario para la columna de Faul las cosas que hoy traemos. Por ejemplo, que nuestro querido amigo Huber Macari gran periodista, gran amigo era el único maestro que se recibió en 1953 en la Escuela Normal junto a una veintena de maestras mujeres que según dice Huber, lo mimaban mucho porque era el único varón del curso, la profesora de didáctica, una mujer de rostro serio y aspecto temible para un alumno joven, pero con un corazón enorme de madre en su pecho de solterona. De esos tiempos las anécdotas son miles e invitamos a nuestros lectores a ayudar nuestra memoria contándole a la gente las cosas vividas hace 50, 60 o 70 años, porque de esas anécdotas y vivencias se aprenden muchas cosas y recordarlas les diríamos que nos ayuda a regresar en el tiempo aunque sea con la mente tratando de vivir de nuevo aunque no esté en nuestra imaginación los años felices de aquella juventud de la que hablamos y que tiene nada menos que 64 años. ¡Vaya que deben ser pocos los que pueden recordar ese tiempo el diario! Pero los pocos que recuerden estas épocas les permitirán revivir parte de una juventud que ya se fue dejándonos en el camino toda clase de emociones y no todas felices.
Los celadores del Colegio Nacional de calle San Martin y Ocampo eran Irma Robledo, Dante Marone, Noemí Sedran, Maranetto (que luego se casó con Sedran) y en ese momento los profesores más salientes eran el Dr. Marcucci de Rosario, el Dr. Carlos Frias, el Dr. Escalante de Roldan, la profesora Nogues,  Valsorio, uno vice rector y el otro profesor de educación física, junto a Rubén Franco,  y Kleiman, el profesor  Escandel en matemáticas y su esposa profesora de dibujo que me ponía 9 en dibujo pese a que yo merecía un 10 porque yo no le hacía caso y ponía colores muy suaves en mis dibujos. La profesora Del Coro en geografía, el Dr. Arnold en química, la vapuleada y pobre víctima de los alumnos menos viciosos la Sra. Poggi y todos ellos bajo la rectoría del Dr. Gerónimo Carlos Etchart   uno de cuyos hijos era compañero nuestro en la promoción 1953. Podríamos escribir muchísimo más de esto pero lo vamos a dejar para otra oportunidad, lo que nos llama la atención es que pese al frio  hoy no se nota como notábamos nosotros cuando íbamos tempranito al colegio el agua de las calles convertidas en hielo, y tampoco la guerra que teníamos en aquel tiempo con los sabañones cosa que el tiempo ha borrado y no sabemos si con razones o no.
Esta columna homenaje de anécdotas viejas de muchos nombres de gente que ya no está va a seguir  en recordación y homenaje a Carlitos Faúl el creador de Las Tres Lunas que pronto vamos a vivir en Cañada. Y que sirva de invitación a todos nuestros lectores que quieran aportar a esta columna de recuerdos sus propias vivencias que recibiremos y publicaremos con todo orgullo y satisfacción. Muchos de estos recuerdos pese a los años trascurridos nos ayudan a volver a vivir aunque sea en el recuerdo parte de esa juventud que ya se nos fue hace tiempo.