Hace pocos días despedíamos a un amigo, al Juancho Sosa. Hoy
tenemos otra desgraciada tarea: despedirnos de un amigo de unos 70 años, cuando
nosotros íbamos con él en los bailes, a jugar al futbol, a correr las
maratones, todas las cosas que se hacían en la escuela, en el colegio.
Ha fallecido Enzo
Martignon.
Da la casualidad que hace diez días murió un amigo de mucha
gente, que hace años dejó de trabajar al jubilarse de su negocio de librería.
Ya no lo veremos poniéndose al tanto de las cosas que pasan
acá y allá, en la puerta del barcito de calle Moreno en Cañada de Gómez. Casado
con la incansable Cristina Perrone, cuyo padre fue uno de los artesanos más
eficientes en la construcción de mosaicos. Fue dirigente del básquet de Sport
pero primordialmente fue un amigo. Y cuando un amigo se va dice el
recientemente fallecido Alberto Cortez, “queda un espacio vacío”.