Que
en todo el país hayan millones de argentinos caminando por la calle como perro
con bozal cuando en su provincia no existe 1 solo infectado o un puñadito
insignificante de ellos, repite cosas que la historia a través de los años ya
venía haciendo. La vieja guerra entre unitarios y federales se repite en la
explotación agropecuaria del siglo XXI. Los porteños siguen siendo los
favorecidos por los gobiernos y en el interior siguen laburando como animales
los campesinos, los trabajadores y los pobres.
Siempre
hemos defendido en este Diario a rajatablas a los productores del campo que son
los verdaderos artífices de las tremendas ganancias que deja nuestra tierra y que
no solo se consume dentro de nuestras fronteras sino que se vende al resto del
mundo. Lo de Vicentin es otro capítulo más de la guerra capital contra
provincia, los ricos de dos apellidos siguen siendo los que viven en Puerto
Madero o en Recoleta y en otros grandes barrios y estancias cercanas a la
hermosa Buenos Aires.
Cada
vez que hablamos de la gente de campo lo hemos hecho con un enorme y grandísimo
respeto y tenemos el orgullo y el privilegio de ser descendientes de una
familia campesina, (por ejemplo la madre de quién escribe y todos sus hermanos
nacieron en San Estanislao en el boliche de los Valfosca).
Nuestro
contacto con la gente de campo, continuó en los bailes, en las celebraciones y
en las fiestas y en todo tipo de contacto periodístico y comunicacional en esta
Argentina que Dios nos dio.
Lo de Vicentin es una estafa contra el estado
argentino y cuando no Macri está de parte de la estafa contra el estado y no
del lado de la justicia para los trabajadores de Vicentin y para los
productores estafados por Vicentin.
No
hay nada nuevo bajo el sol pero esperamos que el gobierno que si está bajo el
sol hoy, sepa defender con justicia a los grandes productores que siembran
nuestras fértiles, fructíferas y productivas tierras y que recogen la cosecha
que le da de comer a la argentina y al mundo y de vivir a los productores, a
los trabajadores y a los campesinos, que saben manejar no solo el arado, las
sembradoras, las cosechadoras y los tractores sino también nuestra tierra dividida
como corresponde entre quienes la trabajan.
La
historia se repite. Los buenos y los malos, pasa el tiempo pero siguen siendo
los mismos de siempre.
EL DIRECTOR