El
año pasado Macri habló creemos desde un baño sucio de un club de segunda en
Rosario, fue una VERGÜENZA para la Argentina y para los argentinos tener un
presidente tan mediocre y con semejante bajeza. Esta vez no fue un ser humano,
sino un virus el que se opuso a un festejo merecido de nuestra nacionalidad.
Una triste casualidad a la que pensamos la última de la serie de fastidios del
nacionalismo argentino.
Todo
parece correr a favor de la misma distancia que el COVID-19. Pero los plazos
que nuestros médicos y científicos preveían no se están cumpliendo y contaminan
los países más importantes del mundo produciendo enormes pérdidas humanas que
gracias a Dios Argentina no está sufriendo y en eso tiene mucho que ver desde
Alberto Fernández a los gobernadores y a los intendentes como Stella Clérici
que trabajaron a destajo y que seguramente al final lograrán su objetivo.