sábado, 5 de septiembre de 2020

ATILA JARTTI, TUTTI FRUTTI.

 

CONTINÚO CON MI VISITA A SANTIAGO DEL ESTERO Y MI REENCUENTRO CON GUILLERMO MATAZH.

 

Terminado mi trabajo de fotografiar las maquinas de la fábrica Campitelli me volví a juntar con quién me tenía como huésped en Santiago del Estero y charlamos y nos pusimos al día.

Me dijo, te voy a hacer conocer algo esta tarde en una reunión en la vecinal que tengo.

Esto yo lo conté varias veces en las decenas de años que ya tiene Estrella de la Mañana pero vale la pena volver a recordarlo y a contarlo porque es fascinante el estilo santiagueño, un estilo del cual tenemos mucho que aprender, un estilo que tendríamos que seguir e imitar.

Me dijo Guillermo:

-         José, ¿me vas a acompañar a una reunión esta tarde antes de ir a tomar el té? Después a la noche te llevo a las termas de río hondo y al casino, ¿te gusta?

 

-         No voy mucho, ¿pero a quién no le gusta? Le contesté.

 

Fuimos a la reunión de la vecinal con Guillermo, en ese barrio año a año se pasaron la presidencia de la vecinal y cuando algún vecino de las cuadras que componían el barrio tenía un problema, había reunión. Yo miraba callado pero cargaba mi cámara cerebral con lo que estaba viviendo.

 La encargada de la vecinal ese año, era una gorda de 150 kilos como mínimo, buenísima y con su cantito santiagueño que te hacía ser el mejor amigo de esa persona en 10 minutos. Recuerdo que en el primer relato de este hecho puse el nombre de la vecina que era la presidenta anual que tenía entre sus responsabilidades citar a todos los vecinos cuando había algún problema, pero se me borró de la cabeza su nombre, así que por eso la voy a llamar “la gorda”.

 

-         Queridos vecinos, dijo la gorda.

 

-         Hoy hay dos vecinos que no pueden venir y me avisaron, (había unas 30 personas).

 

 

Cuando todos se sentaron en unos bancos largos, la gorda se paro como un presidente y dijo: Queridos vecinos, nuestra querida vecina Amanda, necesita de la vecinal, es mi obligación darles a conocer que le pasó, pobrecita. Está de sirvienta en casa de un médico y parece ser que el hijo la ha dejado en estado “interesante”. Yo no sabía de qué se trataba pero lo descubrí enseguida por los comentarios que sentía en la mesa que como saben era bastante nutrida. Yo, dijo Guillermo Matazh, no le voy a cobrar ningún remedio que necesite pobre Amanda, 18 años y tener que pasar esto, el médico, un gordo pelado que estaba en la otra punta de la mesa, dijo, por médico no se preocupen yo la voy a atender, otra persona que estaba ahí dice, a mi almacén que venga cuando quiera, si puede pagar bien y si no, no importa. Y así varios comentarios que no me dejaron analizar la cosa, no entendía nada.

Guillermo Matazh había cerrado su farmacia para asistir a esta reunión, que era para ayudar a una chica de 18 años que quedó embarazada y yo pensé: “Que diferente es mi Cañada de Gómez, si se juntan los vecinos es nada más que para sacarle el cuero, hablar mal y hacer correr el chisme en el pueblo y no para ayudarla”.

 

Esa es la gran diferencia entre los santiagueños y nosotros.

 

Cuando salí de esa reunión, miré el cielo azul y pensé “¿Es real esto que estoy viendo y viviendo o estoy soñando?”

 

Que diferentes que somos de los santiagueños…

 

Esa chica iba a tener a su bebé sin ningún tipo de problemas, eso es Santiago del Estero y así son los santiagueños, otro día la seguimos…