lunes, 21 de diciembre de 2020

ATILA JARTTI, TUTTI FRUTTI.

Necesitamos que alguien nos venda el libro “Pájaros Perdidos” de Rabindranath Tagore, un libro que era de consulta diaria por este director pero que alguien me lo pidió prestado y nunca me lo devolvió o directamente me lo robó. En ese libro, Tagore desparrama su talento y su habilidad de forma inteligente, brillante y genial.

El único pasaje del libro del que me acuerdo textualmente ya lo he usado, escrito y publicado muchas veces y está gastado por eso quiero en esta nueva sección que ofrezco a mis amigos y lectores, recuperar toda la sabiduría de todos esos pájaros perdidos que al volar dejan mensajes de un alto nivel.

Solamente me acuerdo de uno de todos esos pájaros perdidos: “Algún día os apagareis le gritaron los gusanos de luz a las estrellas, las estrellas desde el cielo no respondieron”.

...

Roberto Siñeris un gran amigo mío, hincha de Racing como yo, se había divorciado más o menos en la misma época que yo.

Roberto y yo salíamos como dos solterones sin pareja porque sin compañera nos faltaba algo. Tanto él como yo teníamos muy buenos hijos que nos contenían, que nos acompañaban y que estaban con nosotros. Salíamos juntos los viernes y sábados a buscar a la compañera que nos estaba haciendo falta para vivir la vida. Una noche fuimos a cenar a la chopería Santa Fe en Rosario, luego elegíamos como siempre ir a alguno de esos locales de solas y solos, (téngase en cuenta de que todavía éramos medianamente jóvenes), Roberto salía en el auto de él y yo con el mío y otras veces íbamos los dos juntos en el mismo auto.

 Un sábado fuimos a cenar con una chica de Casilda muy enamorada de Roberto, luego de la cena nos separamos, él se fue con la casildense y yo me vine en mi Toyota Célica a dormir a Cañada. En ese momento vivía en la Galería Batistelli, segundo piso y esa noche o mejor dicho, en la mañana posterior a esa noche, me despertó el timbre de mi teléfono. Pensé que era alguna buena noticia de Roberto, pero no.

Era su mamá que llorando me decía:

-         A mi hijo le pasó algo, una madre sabe, a mi hijo le pasó algo, repetía alterada, desconsolada y desesperada.

Y yo le insistía:

-         Señora, no se preocupe si estuve con él anoche en Rosario y estábamos muy bien. Yo me vine solo porque él estaba con una chica, así que quédese tranquila que está muy bien. ¿Porque dice eso?

-         Una madre lo sabe, a mi hijo le paso algo.

 

Entonces le dije:

-         Debe estar durmiendo en el Hotel Universal donde él esta parando, pregunte ahí.

La señora pareció tranquilizarse y colgó. No había terminado de dormirme de nuevo cuando sonó el teléfono.

-         El auto de mi hijo está en la puerta del hotel pero él no está. La chica que atiende fue a ver a la pieza pero él no está.

-          No se preocupe señora si anoche estuvo conmigo y estaba bien.

 

Entonces llamé al hotel intrigado yo también ahora, y en el hotel me dijeron exactamente lo mismo que la madre de Siñeris. Insistí para que fueran a ver en su habitación, demoraron en contestarme y ocurrió lo que nadie podría imaginarse, Roberto había sufrido un infarto y estaba caído al lado de la cama por eso la mucama no alcanzaba a verlo desde la puerta, llamó la atención su piel oscura.

Cuando colgué, sonó de nuevo el teléfono de la madre de Roberto llorando a los gritos.

-         Yo sabía, yo sabía.

No supe que contestarle, simplemente colgué el teléfono.

Y quedo esta anécdota y este recuerdo muy triste en algún rincón de mi memoria, de mi consciencia y de mi corazón sin explicación ni razón alguna pero con una sola certeza:

La increíble percepción de una madre por un hijo.

Dos días después la voz de la jovencita de Casilda preguntaba por Roberto en mi teléfono. No sé cómo me arreglé para explicarle la situación y aún resuena en mis oídos pese a los tantos años que pasaron, el llanto y los gritos de tristeza, dolor y amor.

Cosas tristes y dolorosas que nunca se borran de un corazón cristiano.

Siempre recordaré a Roberto.

 

La historia tiene páginas muy tristes que cuando uno investiga en su memoria, en sus recuerdos y en su consciencia nos traen recuerdos muy tristes y dolorosos.

Racing había salido campeón del mundo en 1966, en ese momento conocí al Tata Morales que era relator en Radio Colonia y a Rousselot, que relataba para mi amigo, Enzo Ardigó.

Racing jugaba con el Celtic de Inglaterra, el segundo partido por la final del título de campeón mundial de clubes. Era en la cancha de Racing y era el segundo partido porque en el primero habíamos perdido 1-0 con el Celtic.

Ardigó me regaló su platea que desgraciadamente tenía una gotera justo en el asiento, lo cual me obligó a ir a ver el partido a la cabina donde estaban transmitiendo y relatando Ardigó y Rousselot.

Racing ganó 2 a 1 dando lugar al tercer partido en el Centenario que termino con un golazo de Claudio Cárdenas que sacó campeón mundial a Racing.

En esos días Racing inició una gran campaña que terminó con 39 partidos invictos en 1967.

Se jugaba el invicto en la cancha de River donde concurrí a verlo con mi padre que sufría de arterioesclerosis y otros males parecidos que lo tenían mal.

Con un gol de Carranza Racing perdió el invicto y nosotros con mi padre nos habíamos ubicado en lo más alto de la cancha de River. Cuando terminó el partido esperamos que se vaya la gente y empezamos a bajar por las escalinatas, cuando de repente mi padre me pidió por favor que descansemos un rato.

Nunca olvidaré sus palabras en ese lugar y en ese momento:

-         José, anda preparándote… Yo ya no voy a poder ayudarte más.

Por supuesto que yo con tristeza, dolor y disimulando le dije que no sea agorero, que él iba a estar bien.

Pero mi padre duró poco tiempo más y un derrame cerebral me lo quitó creando en mi vida un inmenso pozo negro que me costó mucho tiempo superar.

Falleció en 1969 a los 56 años y Chicotazo como el firmaba sigue siendo una bandera de este diario.