viernes, 27 de enero de 2017

LOS SECTORES PRODUCTIVOS Y EL TIPO DE CAMBIO FRENTE A LA LIBERALIZACION COMERCIAL

Por: Juan Cruz Varvello
Lic. en Economia


Con anterioridad al 16 de Diciembre de 2015 en la Argentina se implementaba un régimen de control de cambios (popularmente conocido como cepo cambiario) en el cual el Estado intervenía en los flujos internacionales de capitales y bienes y servicios para administrar el uso de las escasas reservas del Banco Central cuya finalidad era evitar su agotamiento y una depreciación del peso con la consiguiente aceleración de la inflación protegiendo, a su vez,  de la importación a sectores del mercado interno. 
Luego de tal fecha las autoridades políticas y económicas adoptan un régimen de tipo de cambio sucio, es decir, un tipo de cambio libre o flexible aunque con intervención del Banco Central. Significa que el valor del tipo de cambio queda determinado por el juego de la oferta y la demanda, y la autoridad monetaria interviene para apañar su volatilidad y sus consecuencias en la economía local en lo inmediato. 
La eliminación de las regulaciones sobre el Mercado Cambiario suprimió los tipos de cambios múltiples e inició el camino hacia la liberalización de las transacciones tanto de capital como de bienes y servicios. El tipo de cambio único cerró el 2015 en $13/U$S concretando una depreciación del 32,34% desde el 16 de Diciembre.  Durante el año 2016 la depreciación fue del orden del 23% y el tipo de cambio finalizó en $16/U$S. 
Al considerar sus efectos sobre la economía podemos decir que la depreciación del tipo de cambio es una medida que puede aumentar el nivel de producción y empleo en un país tanto en aquellos sectores vinculados al comercio exterior como en aquellos que no compiten directamente.
Para aquellos sectores que compiten con importaciones incrementa el precio de los productos importados en el mercado local y, por lo tanto, vuelve más competitiva su producción. Por ejemplo, un productor avícola se encontrará con que sus productos resultan más baratos y demandados que sus pares del extranjero con lo cual podrá aumentar su producción contratando más factores productivos.
En relación con los sectores exportadores les representa un incremento en sus ingresos en pesos por dólar exportado mejorando sus márgenes de rentabilidad en moneda local  o, de otro manera, les representa una disminución de sus costos en dólares por lo que pueden mejorar su posición o penetrar en los mercados internacionales. De esta forma, por ejemplo, el productor agrícola que vendió la cosecha verá que después de pagar por los insumos y servicios que contrató obtuvo una mayor cantidad de pesos  o dólares y, también, le resultará conveniente aumentar su producción para la próxima campaña.
No había dudas sobre que el tipo de cambio nominal se encontraba retrasado y era uno de los tantos precios relativos de la economía que debía modificarse para reincorporarse en el sendero del crecimiento sostenido. No obstante, aunque el tipo de cambio nominal es un camino no es suficiente por sí mismo para experimentar la mejora comentada y depende de cómo se relaciona con otras variables macroeconómicas.
En particular depende de los incrementos de costos locales que pueden aproximarse a los niveles de inflación interna. Si los costos locales aumentan contrarrestarán la mejora obtenida vía tipo de cambio y, en consecuencia, los bienes locales no serán tan baratos como podrían serlo para competir con los bienes extranjeros. Esta relación entre tipo de cambio nominal y costos o inflación se denomina tipo de cambio real. Con una inflación de 40 p.p. durante 2016 buena parte de la mejora en el tipo de cambio nominal resultó infructífera. Aproximadamente podemos calcular una depreciación del tipo de cambio real en torno a 20 p.p. a partir de las medidas mencionadas. 
Si consideramos que no todos los sectores productivos tienen el mismo nivel de precios y costos, entonces, la depreciación del tipo de cambio real no impacta de forma homogénea en cada uno. 
Mientras algunos sectores como el agro-industrial con niveles de precios y costos más cercanos a los estándares internacionales pueden verse compensados (más si consideramos la quita de retenciones que mejora el tipo de cambio efectivo), existen sectores manufactureros como el textil o el mueble cuyos precios y costos se encuentran muy por encima de sus competidores del exterior para los cuales un 20% de depreciación real los deja fuera de los mercados si se libera el comercio internacional.  
Precisamente, es en los mercados en los cuales se desempeñan dichos sectores manufactureros donde se han experimentados un aluvión de importaciones.  Para dar algunos datos podemos citar el informe presentado en Diciembre por el Observatorio de Importaciones de Santa Fe y la FISFE según el cual durante el año 2016 la importación de pollo trozado en kilos fue 280 % mayor a la de 2015; la de muebles (en unidades) 55 % superior; y la de prendas de vestir y complementos (en kg.) 31 %.
Bien podría sintetizarse este comportamiento analizando la estructura de las importaciones según el uso económico de los bienes. De acuerdo con datos del Indec sobre la Balanza de Pagos, las importaciones de bienes para consumo alcanzaron el 14% de las importaciones totales de bienes en los tres primeros trimestres del año 2016, la participación más alta de los últimos diez años cuando promedió un 11%.  Su crecimiento interanual fue del 7 % respecto a 2015 aún con una caída del 6 % en sus precios  lo que pone en evidencia el aumento experimentado en las cantidades que alcanzó el 14 %. Esta tasa de crecimiento interanual contrasta tanto con el promedio anual del período 2010-2015 que fue del 0,52 % (explicado por el cepo y las regulaciones al comercio) como con la etapa 2005-2008 donde las importaciones de bienes de consumo tuvieron un ritmo de crecimiento, en promedio, del 25 % anual.
En conclusión, la combinación de una depreciación del tipo de cambio real, aunque todavía retrasado, y liberalización del comercio internacional es un desafío difícil de sobrellevar para los actores más rezagados en materia más aún si pensamos en una economía en recesión. En el corto plazo, están perdiendo terreno en el mercado por la caída en la demanda y el aumento de las importaciones impactando en los niveles de producción y empleo. Aún con una mejora en el consumo para el corriente año se corren riesgos de que buena parte se satisfaga por compras externas. En el mediano y largo plazo, abre interrogantes en materia de inversión y perspectivas de crecimiento si bien es cierto que hay un mayor acceso a bienes de capital que no se producen en el país solo podrán adquirirlos los sectores más pujantes. Será conveniente que cada empresa y sector piense sus estrategias de crecimiento y desarrollo si consideramos que las medidas oficiales apuntan, principalmente, a una mejora de la competitividad en el largo plazo cuando las inversiones en materia de infraestructura se hagan sentir.